La motocicleta une a Angeles del Infierno y Cerdos Rebanados. Mods contra Rockers. Montesistas y Bultaquistas. La historia de la rebeldía rocanrolera ha ido siempre estrechamente ligada a esos trastos monstruosos que, sobre dos ruedas, puedn buscarle la ruina al más pintado. EDI CLAVO, batería de Gabinete Caligari, se nos descubre en este reportaje como un verdadero fanático de la velocidad, las motocicletas y los pichicateados salvajes.

DESDE LAS PLAYAS DE GUADALCANAL HASTA EL INCIDENTE DE HOLLISTER, RECORRIENDO CALIFORNIA CON LEE MARVIN, SU CAMISETA RAYADA Y LOS ESCLAVOS DE SATAN.

Todo comenzó al finalizar la segunda guerra mundial, cuando en California, un pequeño puñado de veteranos, principalmente marines, desembarcaron de vuelta a casa en la soleada Costa Oeste de los Estados Unidos de America.

  1. El clima ideal, desde el sur de Oregon hasta la frontera con México.
  2. Los excedentes de guerra (Potentes motocicletas de fabricación noerteamericana, Harley e Indian), que prácticamente eran regaladas en las subastas.
  3. Y sobre todo las ganas de acción y de jaleo, fueron el caldo de cultivo que dio lugar a la formación de un Moto-Club llamado “ los alcoholicos luchadores”, auténticos padres espirituales de “Angeles del Infierno” (Hell´s Angels) de los primeros años 60.

EdiClavo03Pues bien, en un pequeño pueblo de la Cordillera del Diablo llamado Hollister (california), protagonizaron el primer follón motorizado de la historia, un 4 de Julio de 1947. Total porque se reunieron allí más de 3000 motoristas. Que hicieron ganar sus buenos dólares a los expendedores de bebidas alcoholicas y a la estación de servicio de Hollister, consumiendo por miles las botellas y por cientos los galones de gasolina. Lo cierto es que a media noche los siete agentes de la policía del pueblo no podían contener a todos aquellos tipos que llevaban desde por la mañana bebiendo y que tenían la sana intención de organizar su propia carrera por la calle Mayor de la pequeña población del Far West.

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Conclusiones. A la mañana siguiente el pueblo había quedado devastado. La pequeña cárcel estaba atestada y en el hospital de la ciudad se había agotado toda la escayola. La carnaza estaba servida, y con el conveniente aderezo de la prensa amarilla iba a ser devorada por millones de respetables contribuyentes.

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Basándose en estos verídicos hechos se realizó la que sería película clave en el desarrollo posterior de diversas cuestiones, por encima incluso del puro ámbito motociclista “El Salvaje” (The Wild One), produccida por un desconocido Stanley Kramer y protagonizada por un joven proveniente de Actor´s Studio de la ciudad de Nueva York, llamado Marlon Brando. El estreno en 1954, coincidiría con diversos movimientos juveniles de rebeldía contra la conservadora de posguerra. Mucho de esos movimientos asimilaría del film muchas poses y actitudes, su nombre: Rock and Roll.

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Cinematográficamente es un excelente Western donde los jamelgos han sido sustituidos por potentes motocicletas, pletóricas de cromados, y el papel de forajido está interpretado magistralmente por Brando (Johnny), como líder de los “Black Rebels”, encarnando al salvaje-rudo-justo en contraposición con el impagable Lee Marvin Cchino), cabecilla de la banda rival y experto en el “Upper Cut”. La película fue prohibida en Inglaterra por la censura hasta 1968, en que se estrenó en Londres clasificada X. En España se prroyecta de vez en cuando en alguna filmoteca y es de visión obligada para todo amante de la moto, de Brando, de Marvin y del Rock and Roll en General.

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Volviendo a 1955 nos encontramos con que se estaban formando diversos clubs de Motoristas a lo largo de toda la costa Californiana y principalmente de la Bahía de San Francisco, sobre todo en San Bernardino y Oakland, que fue posiblemente donde se acuñó el término “Outlaw Bikers”, bajo el que nacieron motoclubs de renombre como:

Hell´s Angels, dirigidos desde Oakland por Sonny Barger. La “Elite Foragida” como se denominaban. Ellos establecieron las reglas básicas así como la división en Capítulos, según la procedencia geográfica. Gipsies (Gitanos), de Frisco, el club forajido nº2 de California.

Satan´s Slaves (Esclavos de Satán), nº3 de la jerarquía. Especialistas en el adorno de la moto y aficionados a la carne de perro. Question Marks de Hayward. Apóstoles; Satna´s Daughters; Presidents; Road Rats; Masked Rides; Iron Riders; Galloping Ducks; Comancheros, de pueblos como Fresno, San José o Sta Rosa. Gipsy Jokers, Cossacks, Galloping Geese. Misfits´, Executioners y Crusaders, todos ellos de los diversos Condados de Los Angeles.

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También hubo clubs de forajidos en el este, aunque un número infinitamente menor, a destacar Renegades de Detroit.

Todos estos Capítulos se distinguían por sus chaquetas vaqueras costrosas sin mangas, pelos largos con barba, (en algunos casos teñida de púrpura), pantalones impermeabilizados a base de sucesivas capas de mugre y grasa de moto, pendientes en los distintos lóbulos (nariz, orejas y pezones) y tatuajes diversos. Y se diferenciaban unos capítulos de otros por sus “Colores”, inscripciones cosidas en la parte posterior de la chaqueta vaquera, en las que quedaba explícito el capítulo y la procedencia de cada forajido.

Se practicaba un culto de aversión generalizada hacia las cazadoras de cuero y sus portadores, las motos no americanas, especialmente las japonesas, el uso de casco reglamentario y los negros en general, aunque también hubo capítulos de forajidos formados solo por negros como Dragoons de San Francisco.

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Sus motos solían ser invariablemente Harley Davidson del modelo 74; llamadas Cerdos o Carros de Basura, en las que efectuaban una serie de modificaciones tales como el aligeramiento de piezas supérfluas, guardabarros, asiento, pichicateo o transformación del depósito de gasolina, algunos como el Capítulo de Coffin Thieves lo transformaban en un pequeño y brillante féretro negro. Los únicos extras que llevaban eran los que exigía la ley en el estado de California: Una luz roja trasera, un espejo retrovisor y un asidero para la Mama, o acompañante femenino. Había algunos que cumplían con el requisito del espejo con uno pequeño de dentista, que era técnicamente legal.

El parecido de un Cerdo Rebanado (Harley 74 pichicateada) con el original de fábrica se remonta al chasis únicamente. Todos los perfectos cromados, la chopperización de la horquilla y la rueda delantera, sustituida en algunos casos por una de bicicleta, las siete capas de pintura del depósito, los altos manillares y los tubos de escape Fishtail, podían quedar convertidos en un amasijo informe de hierros retorcidos si el forajido se “iba por el lado de arriba” que era, en el argot, salirse en una curva a 110 km/h; y entonces los 3 o 4000 dólares del pichicateo del cerdo irían a parar a los bolsillos del traumatólogo más cercano.

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Todo esto sucedía en la apacible mitad de los 60, en la tranquila y soleada California, cuyo gobernador era un tal R. Reagan. Los tiempos gloriosos de la explosión del Rock and Roll habían pasado. Eddie Cockhran, buddy Holly, Richie Valens y Big Bopper estaban muertos, Elvis era una caricatura de si mismo, Jerry Lee y Chuch Berry habían estado a la sombra y los Beach Boys ya no hacían surf en Mendocino. Se estaba gestando un movimiento musical autóctono (West Coast Sound), potenciado por la aparición de los primeros hippies, sucesores de los beatnicks, admiradores de poetas como Ginsberg, consumidores del gratuito LSD mitificado por Timothy Leary, pacifista de pro, contrarios al segregacionismo y a la guerra de Vietnam. Con ellos lógicamente los foragidos motoristas no tenían muchos puntos en común, por lo que se produjeron diversos enfrentamientos que hicieron que muchos Capítulos sobre todo en Berkeley, no fueran bien vistos por ninguno de los estamentos antagónicos de la sociedad norteamericana.

Otro hecho significativo y que fue un aldabonazo para el Capítulo de los Angeles de Infierno de Frisco, sucedió durante el concierto gratuito de dieron los Rolling Stones el 6 de Diciembre de 1969 en Altamont, como despedida de su gira americana de aquel año. Se encomendó el servicio de órden de los Hell´s Angels y durante la actuación murió un chico negro a cuchilladas y golpes, si bien es cierto que el negro en cuestión intentaba subir al escenario revólver en mano.

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Ese mismo año se estrenaba “Easy Rider”, road-movie de los 60 por excelencia, que ha llegado a ser símbolo y metáfora durante más de una década. Protagonizada por el hijo de Henry Fonda, Peter, Alias Capitán América, y Dennis Hopper; dirigida asimismo por éste último. Mención especial para la breve y contundente aparición de Jack Nicholson. El guión, harto conocido, sitúa a los dos protagonistas en un viaje desde L.A. al carnaval MardiGras de New Orleans a bordo de dos Harleys chopperizadas; todo ello costeado por las ganancias obtenidas en un bisnes de coca. Aunque tanto Fonda como Hopper no lucen los colores de los Outlaw Bikers, si tienen algunos puntos en común, como cuando rechazan la hospitalidad de la comuna hippy y luego se largan en busca de lo que realmente les interesaba; diversión, drogas y acción en la ciudad de Nueva Orleans, donde después del carnaval son abatidos a tiros en plena carretera por dos palurdos sureños desde una furgoneta.

La banda sonora contaba con The Byrds, Jimmi Hendrix, Roger McGuinn (versioneando “it´s all right ma” de Dylan), Electric Prunes, y sobre todo SteppenWolf con su “Born to be Wild”, convertido automáticamente en himno para cualquiera que vibrara con dos ruedas y un motor.

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Durante la década de los 70, la actividad motociclista de forajidos quedó circunscrita a los propios límites del estado de California. No transcendiendo a la prensa ninguna de sus concentraciones, formando parte de un círculo cerrado al que era y es muy difícil acceder.

En lo que respecta a otros tipos de motoristas americanos, casi todos se agrupan en la (American Motorcycle Asociation) A.M.A. que es la que organiza los campeonatos allí. Las carreras más famosas son las que se disputan anualmente a primeros de mes de marzo en la ciudad de Daytona, en un círculo con forma de óvalo. Por la calle Mayor de la ciudad o en la enorme playa cercana se dan cita desde el pacato con su Kawasaki recién comprada, hasta los descendientes degenerados de los Outlaws Bikers, traicionando sus principios con las pantagruélicas Honda Aspencade, lo más parecido a un cuarto de baño con dos ruedas y mampostería diversa.

El campeonato americano se llama Gran National y se disputa principalmente sobre circuitos ovales de tierra (Dirt Track), de gran tradición en los USA y de dónde han salido las grandes estrellas que luego han triunfado en Europa; Kenny Roberts, Freddie Spencer o Fred Merkel.

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En lo que actividad forajida se refiere, siguen celebrándose en la actualidad grandes concentraciones anuales en las que es tradición destrozar e incendiar una moto japonesa bajo lemas como; “Dos bombas no fueron suficientes”. Otro entretenimiento son las carreras “light to light”, esto es, entre dos semáforos: y como colofón, se publica una revista: “Outlaw Bikers”, de difusión internacional en la que pretende mantener vivo el rescoldo de una leyenda olvidada por el tiempo.

THE RISE AND FALL OF THE BRITISH EMPIRE Y QUE DIOS SALVE A LA REINA; O NORTON CONTRA VESPA.

En Junio de 1955 se estrenó en el cine Trocadero del barrio londinense de Elephant and Castle la película “Rock around the clock”. Produciéndose un incidente-chispazo, como el de Hollister en USA, que haría arder al unísono a toda la prensa sensacionalista británica. Protagonistas: Los Teddy Boys. Fueron carne de portada de periódicos como el Sun o el Evening Standard hasta finales de los 50; en que se había aireado y comercializado hasta la saciedad el Rock and Roll, la Rebeldía y el Ted-Style. A continuación nacen una serie de ramificaciones motorizadas con ideas nuevas y planteamientos propios; Ton-Up Boys o Coffee-Bar Cowboys. “ Maníacos motorizados que te atizarán con una cadena de moto tan pronto te vean”, así los definió el amarillista Evening Standard, en Enero de 1961.

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Mientras que los Teddy Boys se movían en metro, a pie o en viejos Austin, Anglias o en triciclo, y dirigían sus levitas hacia salones de baile y cines de barrio, los Ton-Up Boys profesaban culto a las motocicletas, inglesas, por supuesto. Norton, Triumph, B.S.A., Vincent, A.J.S., Royal Enfield, etc. No admitiendo en su club otras marcas europeas o americanas. (Los japoneses en esa época sólo sabían fabricar ciclomotores).

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Sus lugares de reunión eran los Coffe-Bars. (No se sirven bebidas alcoholicas) de los alrededores de las grandes ciudades inglesas, Londres, Birmingan, Liverpool, Manchester, Blackpool, Yarmouth o Scarborough; oa los circuitos ingleses donde se disputaban pruebas del Continental Circus (Campeonato del mundo de motociclismo); Brands-Hatch, Snetterton, Crystal Palace, Silverstone y sobre todo el legendario Tourist Trophy de la isla de Man, a admirar a los astros de la época; Geoff Duke, Les Graham, Bill Lomas o John Surtees.

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“Hay dos tipos de jóvenes en la Gran Bretaña actual, aquellos que se están ganando la admiración del mundo por su valiente y disciplinado servicio en las montañas, junglas y desiertos de Chipre, Yemen o Borneo, y por otro lado están los mods y los Rockers, con sus navajas automáticas”. (Evening Standard, 18-06-64).

Estas y otras sentencias de la prensa, no solo en Inglaterra, sino en Francia e incluso España desorbitaron el conflicto Rockers-Mods y sirvieron como en otras ocasiones (Hell´s Angels, Teddy Boys) para comercializar y vulgarizar lo que en principio eran unas ganas de acción y bronca.

Por un lado los Rockers representaban a toda la tradición rebelde de Inglaterra desde finales de los 50, herederos de los Teddy Boys y los Ton-Up Boys seguidores del más rancio Rock and Roll de Elvis, Cochran (que se matón en Bristol en 1960), Vincent (que acabaría estableciéndose en G.B.) y de las estrellas locales; Vince Taylor, Johnny Kid & Pirates, Billy Fury, etc…, en unos años, 1963-1964, de franca decadencia para el estilo.

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Por otro lado los Mods, niñatos recién llegados de 16-17 años, que se pasaban el día sentados en los Wimpy Bar (especies de cafeterías Fast Food). Su manera de vestir era, comparada con la de los Rockers, verdaderamente inadecuada para andar en moto por ahí; con zapatos Op-Art, boinas, camisetas del ready, Steady, Go! Y parkas del ejercito, aunque desde otro punto de vista eso poco importaba a la hora de pilotar sus scooters (Vespas y Lambretas de 150 c.c.) cosa que hacían con gran pericia, teniendo en cuenta que una caída por los resbaladizos firmes británicos podía echar a perder todo el entramado de espejos adosados, faros auxiliares y antenas parabólicas.

Como queda patente en la película “Quadrophenia”, muchos Mods Y Rockers eran amigos del colegio, del barrio y hasta guardaban sus máquinas juntas en el mismo garaje, los motivos básicos del enfrentamiento eran, sobre todo, la necesidad de juerga y de hacerse notar en la Carpetovetónica Inglaterra de 1964. Prueba de ello es que en poco menos de dos años desaparecieron de la faz de la prensa las batallas campales, los hurtos en farmacias y la promiscuidad sexual como carnaza de primera página, y en 1966 pasaron a detentar ese “honor” las actividades de otros grupos como Greasers, trogs o Thunderbirds, más salvajes que Mods y Rockers juntos, o cuando a primeros de 1967 se prestigiaba una plaga de allende el Atlántico a la que la prensa llamó Folk Devils, más conocidos como Hippies.

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UNA DERBI ANTORCHA CON LA GALLINA EN EL COLIN

En España siempre ha sido todo más raquítico y, durante muchos años, los chavales se han movido por las ciudades solos o en pandillas, andando o en metro observando las motos como artículos de lujo al alcance de unos pocos.

No obstante siempre ha habido “Quemaos” que han podido reunir el dinero suficiente para agenciarse la máquina de sus sueños.

Al principio de los años 60 (me voy a referir a Madrid, aun sabiendo que Barcelona ha sido la cuna del motociclismo en España y goza de mayor tradición que la capital) los que habían conseguido las 20.000 pesetas que era lo que costaba una Montesa Brio o una Bultaco Tralla, se reunían en las terrazas de la Moncloa, los sábados por la tarde o por la noche, después de haber estado bailando en los Jardines Virginia o en el Club Consulado.

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Después y bajo los efectos de un Scheppes con Larios se producían los piques y desafíos de rigor, estableciéndose dos bandos antagónicos muy definidos; Montesistas y los Bultaquistas, según fueran admiradores de una marca u otra. Estas pugnas se dilucidaban casi siempre, bien en el Paraninfo de la Ciudad Universitaria o en la cuesta de las Perdices, donde la distancia entre ganador y perdedor se medía por las farolas que le había sacado el uno al otro. Lugares favoritos de los moteros madrileños de la época eran las curvas de la subida a la Dehesa de la Villa, el circuito de Retiro (No existía el Jarama), o la casa de Campo sin velocidad controlada por radar. Los más quemados preferían la autopista de Barajas, donde a 120 km/h podían dejar tirados a todos los seiscientos que se les ponían a tiro. Estas y otras diversiones acababan en la casa de las chuletas de San Fernando y posteriormente en el Motocine.

En 1969, en pleno Boom Económico, Planes de desarrollo e invasión de guiris, se produce uno de los momentos de mayor auge del motociclismo nacional; aparecen motos legendarias como la Bultaco Metralla MK-2 o la Montesa Impala, Angel Nieto gana su primer Campeonato del mundo con una Derbi 50 c.c., y el llorado Santiago Herrero consigue el tercer puesto absoluto en 250 c.c. con la Ossa Monocasco.

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En los primeros 70 hay dos grupos bastante definidos; por un lado los llamados niños pera, a los que su papa les ha comprado una Bultaco Lobito o la Ossa Mick Andrews por haber sacado la reválida de 6º, y por otro lado los horteras con Derbi, como las definía Ramoncín “que se desahogan metiendo bulla y fardan cantidad llevando a los ligues (gallinas) en el colín. Su mayor frustración es que al amanecer se encuentran con que la farola a la que habían atado la Derbi sólo quedan las cadenas y el cuadro”.

En la actualidad las motos siguen siendo, en su mayoría, artículos de lujo, de difícil adquisición para chavales en general. Las máquinas japonesas copan todos los mercados, la poderosa industria británica sólo vive en el recuerdo de algunos aficionados a las motos de verdad, y las fábricas nacionales se cuentan con los dedos de la mano, y sobran dedos.

Texto: Edi Clavo (Revista Ruta 66 año Julio/Agosto 1986)

 

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